martes, 13 de octubre de 2009

EL DUELO

Mariel Bejarano Vásquez

El pasado domingo se llevaron a cabo las elecciones internas de algunos de los partidos políticos de nuestro país. Era la primera vez que ejercía mí voto como ciudadana. Participaría en la democracia, ejerciendo el voto de forma personal y teniendo en cuanta que tenía, como habitante de esta patria, el compromiso de participar en la elección de los posibles candidatos a las elecciones presidenciales 2010-2014.
Ejercí mi voto enfrentándome a las opiniones de algunos de los miembros de mi familia; aunque ellos conocían con anterioridad mi posición y preferencia ideológica con las que pienso debería regirse nuestro país, me explicaron en dónde debía marcar en el tarjetón. Seguramente jamás imaginaron que yo iba a reaccionar de la forma en que lo hice.
El duelo va de amarillo a rojo, de blanco al negro, de azul a rojo. Por personal debería ser íntimo, por democracia, tendría que ser libre, por derecho, obligatorio.
Un duelo en donde se busca razonar, analizar el pasado, el presente y lo que nos dejan para hacer en el futuro. Debemos preguntar por los cambios, mejorías, convendríamos criticar, hablar de lo que falta y de lo que no se hizo, recordar y reclamar lo que necesitamos por derecho.
Pero no. Será que estamos bien y no nos hace falta nada. O estamos cansados de lo mismo, o tal vez ya estemos acostumbrados a tantas injusticias, hambre, sangre, gritos, genocidios, guerras inútiles que nos hacen ser víctimas de crímenes atroces que jamás nos dejará olvidar que vivimos entre gente, grupos y partidos que dicen querer luchar por la seguridad y la paz del pueblo colombiano y mientras estos se eliminan los unos a los otros el pueblo se hunde en la desesperanza.
¿Será que está en las manos del pueblo alcanzar el cambio que todos anhelamos?
¿Será que por medio de un voto podremos alcanzar la paz que necesitamos?
No conozco la respuesta, y posiblemente es negativa, pero tal vez deberíamos intentarlo; después de tantas quejas, gritos, muertes, inconformismos, ríos de sangre, desplazamientos, hambrunas, injusticias, pobreza, crímenes de estado, después de tanta seguridad democrática y “triunfos militares” debería el pueblo fijar su mirada en otro horizonte.
Puede ser cierto que nadie ofrece ni hace lo que realmente necesita el pueblo, puede también ser cierto lo que le escuché a un ciudadano hace pocas semanas “no es posible algo mejor” pero si tenemos la posibilidad de lograr un cambio, sólo un cambio, desconociendo los posibles resultados, deberíamos intentarlo.
Pero tampoco. Seguramente queremos que la cosa siga como va, por el momento dejemos que nuestros gobernantes y militares sigan sintiéndose héroes asesinando, mutilando, pisoteando, amputando brazos, manos y piernas, mientras siguen arrojándolo todo a los ríos de sangre que cada vez se hacen más silenciosos.
Silenciosos como las víctimas de todas estas injusticias, el pueblo, que lleno de miedos no se atreve a impulsar y promover cambios, a opinar, ni a construir criterios con los cuales cambiar lo que nos agobia, lo que nos encadena a la criminalidad, violencia, abusos, drogas, narcotráfico y muertes.
Todos estos problemas sociales pueden ser la causa de los duelos personales a los que me enfrento contantemente, pues, tras confrontar y asimilar el mundo, la sociedad, el gobierno, nuestro país, mi familia, me doy cuenta que esto hace parte de las muchas cosas que afectan e influyen en la percepción que tengo del mundo que me rodea.
Es allí donde muchos terminamos encerrados en un duelo personal que nos acoge y nos llena de dudas y preocupaciones, en dónde nos preguntamos por el mañana, por el sistema, por la ideología, por la construcción de pensamiento, criterio e imaginario; que en últimas terminará siendo mí único refugio al querer escapar de tantas cosas que no me dejan ser.