martes, 13 de octubre de 2009

EL MIEDO A CONOCERSE A SÍ MISMO

Por: Diana Mariel Bejarano

El gran problema de los hombres modernos es conocernos a nosotros mismos.
Hemos dejado que nuestro transcurrir por la tierra se llene de cosas prolijas. Hemos dejado que nuestros inventos llenen los días de cosas superfluas sin que estos nos lleven a algún lado.
Raro es que el hombre de hoy, conocedor de las ciencias, maestro de creaciones e innovaciones tecnológicas se quede taciturno ante la pregunta del quién se es.
¿Quién eres? Una pregunta que a muchos nos deja sin respiro.
Le tememos al saber quiénes somos sin lo que tenemos.
Le tememos al descubrir qué hay dentro de nosotros, qué hay en nuestra mente. y nos atormenta saber qué sentimientos nos acompañan en éste agitado correr del tiempo.
Cuando Platón dice: “Haz lo que debes y conócete a ti mismo”. ¿Acaso podemos decir que nos conocemos a nosotros mismos?
Creo que no es cosa que nos preocupe hoy, tal vez nunca nos lo hemos preguntado y en éste correr de días insospechados pero trémulos tal vez no lo hagamos.
Pasamos nuestros días llenando existencias insubstanciales. Creemos en verdades inciertas, ya no disfrutamos del sonido del río ni del caer de las hojas.
Ya no disfrutamos de escenas maravillosas como el vuelo de una mariposa tricolor, no reímos al ver saltar a niños entre rocas de ríos cristalinos bajo un sol radiante. Ni disfrutamos de la magia que representa sentarse a ver una tarde color naranja bajo árboles que dejan caer sus hojas al compás del ritmo del viento.
Ahora nuestros días corren frente a pantallas. Vivimos haciendo uso de los inventos tecnológicos que nosotros mismo construimos durante años, buscando que estos hagan todo por nosotros.
Ya no queremos pensar, sólo oponíamos sobre creaciones literarias con argumentos ajenos.
Y luego tendremos que compaginar el desarrollo de nuestra mente con el desarrollo de los aparatos o de lo contrario seremos colonizados por éstos.
No nos preocupamos por dejar de disfrutar plenamente de una mañana, pero trabajamos para que en un futuro todo lo hagan por nosotros, aparatos que actuarán y pensarán por nosotros. Hoy sólo pensamos en el mañana, sin darnos cuenta que somos esclavos de de la esperanza de gozar un futuro que tal vez no exista, o tal vez para ese entonces no existamos nosotros.
Ahora le huimos a la lluvia, odiamos las tardes vacías, poco disfrutamos del tiempo en que estamos solos, evadimos la soledad, buscando estar acompañados, -muchas veces- por personas que no aportan nada a nuestro crecimiento y todo por no querer toparnos con tiempos en donde podamos encontrarnos con nosotros mismos.
No queremos pensar en nosotros, seguramente es el miedo de encontrarnos tan vacios y faltos de espíritu, seguramente es el temor de conocer a los seres superficiales que hay en nosotros, los seres que hemos construido con ayuda de otros.
Nos negamos a aceptar lo poco originales que llegamos a ser, porque como dice Julio Cortázar: “tenemos un defecto: nos falta originalidad. Casi todo lo que decidimos hacer está inspirado –digamos francamente, copiado- de modelos célebres”.
En ocasiones creemos tener ideas novedosas, pero sólo somos seres anacrónicos.
Debemos buscar lo más importante, las ansias, el querer hacer, el querer cambiar y producir.
Debemos amarnos como seres, amar lo que somos, enamorarnos de nuestro espíritu, construir, reconstruir el alma, embellecer nuestros sentimientos, tener presentes los sueños y anhelos que algún día estuvieron presentes, recordar lo que se nos venía a la mente cuando pensábamos en el famoso “qué quiero ser cuando grande?”.
Alejarnos y dejar de lado las cosas vanas, pensar en si quiero escribir o seguir opinando sobre lo que ya está escrito. Tal vez sea necesario, -.de eso estoy segura- volver a disfrutar de las pequeñas cosas, de la brisa que nuestras mejillas, escuchar el vaivén que produce el viento en las copas de los árboles. Será rico volver a saltar de roca en roca avanzando entre aguas cristalinas. Perseguir la estrella amarilla en una tarde color naranja. Será rico discutir con los textos de grandes autores, identificarse con sus filosofías y sus teorías.
Y qué importa, Si en éste transcurrir de días agitados y contaminados, soy yo quien se quiere negar a lo que le depara el futuro. Soy yo quien no quiere vivir siendo esclava de esperanzas.
Ahora soy yo quien quiere disfrutar de las pequeñas cosas, sin dejar que mi mundo, mi pequeño mundo sea igual al de todos aquellos que esperan con ansias el futuro, “el fabuloso futuro”, en donde todo lo harán por nosotros.
Será rico pasar la vida entre buenos textos, aromas florales, tardes color naranja e infinidades de hojas en blanco por llenar… para llenar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario